¿Qué debo saber antes de participar en una exposición en museos, instituciones, centros culturales, etc.?
Publicado el: 14/01/16
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El espacio de exposición.

El discurso de los organizadores de una exposición suele ser que estarían encantados de contar con nuestra participación, que a pesar del momento difícil que vivimos afrontan el proyecto con gran ilusión, que esperan que tú compartas esa misma ilusión, que a pesar de tratarse de una exposición colectiva tu obra tendrá difusión y visibilidad en prensa y redes, que si aceptas contarán contigo para futuros proyectos, que tu obra se verá realzada y revalorizada al poder contemplarse en lugares emblemáticos, que posiblemente la exposición viaje a varias ciudades, que un seguro cubrirá tu obra en caso de que sufriera algún desperfecto, que la obra la recogerán en tu taller y no tendrás que preocuparte por nada, sólo préstanosla a cambio de…NADA.

En definitiva, si decides aceptar estas condiciones habrás pagado por trabajar, y quizás tu remuneración se limite al valor curricular por tu participación, por lo que es importante que tengas presente:

El costo de tu trabajo.

Habrás pagado por trabajar porque la obra que prestes será resultado de numerosas horas de trabajo invertidas en la ejecución de la misma, será resultado de tus conocimientos adquiridos a través de años de estudio y formación conseguidos con dinero y esfuerzo, y por lo tanto será resultado de una implicación emocional e intelectual.

Será también resultado del pago del alquiler de un estudio o taller, del pago de la luz, y del pago del agua para limpiar los pinceles, y del pago de impuestos correspondientes, de la compra de los diversos materiales para realizar tu obra (computadora, cámara, lienzos, libretas, pinceles, telas, pinturas, papeles, etc.) los cuales también te habrán costado dinero.

La compra y mantenimiento de la infraestructura permanente que compone tu lugar de trabajo (caballetes, mobiliario de taller, lámparas, herramientas, etc.) también generan un costo.

En conclusión, tu obra costó dinero y no se creó espontáneamente por inspiración divina. Inspiración hubo, sí, pero tampoco se te pagó.

 ¿Qué se puede hacer?

Después de todo lo expuesto podemos concluir que cualquier exposición implica trabajo de todos, tanto de los responsables de las instituciones como de los artistas, por lo tanto nos corresponde a ambos poner de nuestra parte para hacer de la escena cultural un ecosistema más saludable y enriquecedor, en el cual se trate en condición de igualdad a todos los implicados en cualquier proyecto, sin excepción.  Los responsables de las instituciones tienen la tarea y obligación de dialogar, escuchar y colaborar con los profesionales del sector, y los creadores tienen la responsabilidad y obligación de hacer valer sus derechos y exigir siempre una justa remuneración por su trabajo. Sólo así podremos sanear y reestructurar una parte del panorama de las artes. 

“El artista es el primer responsable en exigir una remuneración, dado  que nadie mejor que él conoce el valor de su trabajo.”

¿Y qué hay del contrato?

Para no hacer demasiado largo el asunto añadiremos que simpre es imperativo la firma de un contrato con el centro o espacio de arte donde se vaya a realizar la exposición.  No sería válida una simple hoja de préstamo de obra.